martes, 7 de octubre de 2008

El segundo de la lista: Abbas Kiarostami


Bien, por rigurosa votación popular, ya podemos añadir a otro director coñazo a nuestra consabida lista.


Abbas Kiarostami, el director iraní por antonomasia, un monstruo. Lleva en activo desde los 70 y ha dirigido 37, la última de ellas la película de la polémica titulada "Shirin". El director encontró la bendición europea entre 1994 y 1997 cuando estrenó A través de los olivos y El sabor de las cerezas (Palma de Oro del Festival de Cannes). Todo el mundo sabía que eran un coñazo pero, en realidad, nadie se quiso dar por enterado, bien por el exotismo de sus personajes, bien por haber nacido en una terrible dictadura. Kiarostami, pese a que es de los que se arriesga y hace pelis de cuando en cuando, es más conocido por ser carne de instalaciones en museo o por su trabajo fotográfico.


Máximo baluarte de que el cine es una de las bellas artes y, más allá de eso, el vehículo ideal para hacernos llegar su ideario, Kiarostami sin embargo es un torpe director incapaz de manejar algunas de las técnicas más rudimentarias de la narración y la realización cinematográfica olvidándose de la invención del travelling, la cámara al hombro o la elipsis de tiempo y sumergiéndonos, adrede, en unos cuentos densísimos llenos de simbología demostrándonos que, en realidad, maneja poco o nada el asunto y prefiere perderse por los cerros de Teherán.


Pese a pasar por ser un "poeta de lo cotidiano" o uno de los Guardianes del cine realista lo cierto es que él mismo olvida que la vida es una sucesión absurda de drama y comedia que se va sucediendo de manera acumulativa y no como una sucesión de cosas malas.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Una reflexión

Digamos que alguien rueda una película sobre un personaje solitario, encerrado en un mundo que no comprende. El personaje se siente pequeño ante la inmensidad de la existencia y, sin embargo, todos los días supera todos sus miedos, sus complejos y, pese a sentirse insignificante, sale a trabajar todos los días incluso con buen ánimo. Un día, por casualidad, encuentra a su alma gemela y descubre que el amor lo llena por completo pero, también, puede destruir todo aquello por lo que ha luchado invirtiendo sus valores para siempre...

Ni que decir tiene que el trabajo es preciosista en lo técnico, tanto, que es casi muda y basa toda su potencia narrativa en la fuerza de las imágenes.

¿A que parece una de esas películas reservadas para los museos? ¿Una de esas joyas que juguetean ansiosamente con el psicoanálisis, el existencialismo y la filosofía en general? ¿Erice? ¿Assayas? ¿el tipo con nombre de tienda de repuestos para el hogar?

Pues no...más bien la protagoniza un robot (que no es el de Metropolis, claro)....y es uno de esos pretendidos bodrios que no pasarían el control de calidad de los taliban del celulóide aunque, me temo, que ni siquiera habrán ido a verla...