
Bien, por rigurosa votación popular, ya podemos añadir a otro director coñazo a nuestra consabida lista.
Abbas Kiarostami, el director iraní por antonomasia, un monstruo. Lleva en activo desde los 70 y ha dirigido 37, la última de ellas la película de la polémica titulada "Shirin". El director encontró la bendición europea entre 1994 y 1997 cuando estrenó A través de los olivos y El sabor de las cerezas (Palma de Oro del Festival de Cannes). Todo el mundo sabía que eran un coñazo pero, en realidad, nadie se quiso dar por enterado, bien por el exotismo de sus personajes, bien por haber nacido en una terrible dictadura. Kiarostami, pese a que es de los que se arriesga y hace pelis de cuando en cuando, es más conocido por ser carne de instalaciones en museo o por su trabajo fotográfico.
Máximo baluarte de que el cine es una de las bellas artes y, más allá de eso, el vehículo ideal para hacernos llegar su ideario, Kiarostami sin embargo es un torpe director incapaz de manejar algunas de las técnicas más rudimentarias de la narración y la realización cinematográfica olvidándose de la invención del travelling, la cámara al hombro o la elipsis de tiempo y sumergiéndonos, adrede, en unos cuentos densísimos llenos de simbología demostrándonos que, en realidad, maneja poco o nada el asunto y prefiere perderse por los cerros de Teherán.
Pese a pasar por ser un "poeta de lo cotidiano" o uno de los Guardianes del cine realista lo cierto es que él mismo olvida que la vida es una sucesión absurda de drama y comedia que se va sucediendo de manera acumulativa y no como una sucesión de cosas malas.